Silencio.

Nunca he soportado en silencio, no demasiado tiempo es como una sensación que me hace sentir vacía pero por una vez lo necesitaba para concentrarme en mis pensamientos en mis propios problemas pero parecía que no era mi día. Se oían murmullos, gritos todo ruido me parecía demasiado y no me dejaba pensar, menos mal que estábamos a finales de junio y solo teníamos clase por la mañanas que tendría la tarde libre para darle vueltas a lo cabeza.

Y así lo hice, al llegar al río, me senté a la orilla, la hierba estaba fría, el suave viento la acunaba en su lecho el riachuelo dejaba a su paso un leve murmullo. Algo se movió entre los arbustos, no tuve tiempo de pensar y eché a correr sin darme cuenta de hacia donde me dirigía, lo hice hasta que me faltó el aire, los pies me ardieron y la cabeza me dio vueltas. Me pare en seco y me senté en el borde del camino allí me quede dormida. Cuando desperté era casi noche cerrada el cielo negro como el carbón se iluminaba por pequeñas y brillantes estrellas esparcidas por el firmamento y una gran luna llena. Dentro de lo malo de estar perdida tendría el tiempo y silencio suficientes para pensar pero hasta allí se oían los lobos aullar en las colinas, a los cucos subidos en las retorcidas ramas de los viejos árboles. No soportaba estar mas tiempo allí así que recordando por donde había llegado hasta aquel lugar volví a casa. Aquel día me sirvió para darme cuenta de que el silencio total es imposible pues todo lo que te rodea tanto si proviene de la madre naturaleza o de las manos del hombre hace ruido.